Ella es para él como el lado oscuro de la luna. Espera sentada en el borde del banco, anhelando su compañía.
Él se sienta a su lado. Nunca llega a rozarla. No se tocan, no se miran, no se hablan.
Ella mira distraida pasar los trenes. Su pelo le roza la piel un intento de sustituir una caricia que nunca llegará a sentir.
Él se fascina sólo con el aroma de ella. En secreto se ha ido acercando, día tras día, centímetro a centímetro, confiando en que cada vez esté más cerca el momento en que lleguen a tocarse.
Ella centra la mirada en su pantalón. Millares de hilos se entretejen y se unen como ellos nunca llegarán a hacerlo.